Después del descanso bien merecido en la Kashba Baha Baha, nos espera una larga jornada de montaña donde alcanzamos los 2.400 m. por una pista que nos deja a un lado y otro paisajes de inolvidable belleza, que van a quedar grabados en nuestras retinas para siempre.
La pista se endereza a medida que avanzamos y pasamos por pueblos olvidados en medio de una geografía que lucha por domesticar una tierra roja y pedregosa. Al lado y lado de los ríos aparecen unas manchas de verdor que dan vida y permiten poder subsistir a estos pueblos.
La carretera sube y sube sin aparentemente tener fin, y los niños nos salen al paso pidiendo que les regalemos un caramelo o un bolígrafo. En seguida el rumor de nuestro paso por aqui se ha extendido y los niños nos salen corriendo al paso. Nadie que no sea unos locos como nosotros pasa por aquí así que aprovechan la ocasión. Llegados al collado y hacemos un alto para disfrutar del hermoso paisaje que queda a nuestros pies.
El descenso por el otro lado resulta ser menos pedregoso y un poco más fácil.
El descenso por el otro lado resulta ser menos pedregoso y un poco más fácil.
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